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VENDIDO
809. RAFAEL ZABALETA (Quesada, 1907-1960)“El pescador de truchas”, 1949.

Óleo sobre lienzo.
100 x 81 cm.
Firmado abajo derecha.
PROCEDENCIA:
Colección del artista.
Colección Mayer (comprado al autor por 22.000 pesetas).
Galería El Cisne, Madrid. (1966).
Galería Sala Parés, Barcelona. (etiqueta en el reverso).
Colección particular.
EXPOSICIONES:
Barcelona, Galerías Layetanas, “R.Zabaleta”, octubre - noviembre, 1949, nº.26.
Madrid, Museo Nacional de Arte Moderno, “Zabaleta”, febrero - marzo, 1951, nº.51.
Madrid, Galería El Cisne, “R.Zabaleta”, noviembre 1966.
BIBLIOGRAFÍA:
Eugenio d’Ors, “Zabaleta”, Ed.Gallades, Madrid, 1955, rep. nº.11.
María Guzmán Pérez, “Catalogación de la producción artística zabaletiana (2 Vol)”, Ed.Anel, Granada, 1983, rep.pag.361 - 362, nº.230.
María Guzmán Pérez, “La pintura de R.Zabaleta”, Ed.Universidad de Granada, Granada, 1983, rep.pág.156 - 157.
Vivanco, “La realidad virtual en la pintura del jiennense”, Ed.Correo literario, Madrid, 1951, rep.
María Guzmán Pérez, “Rafael Zabaleta. Estudio catalográfico. Óleos.”, Ed.Instituto de Estudio Gienenses y Diputación provincial de Jaén, 2010, nº235, rep.b/n.pag.473.

1949, año de realización de El pescador de truchas, es de vital importancia en el desarrollo artístico de Rafael Zabaleta, ya que marca un antes y un después en la estética de su obra, que irá desarrollando en la década de los 50.
La importancia lo determina su estancia en París entre abril y junio de ese año, dónde tiene oportunidad de visitar con asiduidad a Picasso y entablar o reforzar su amistad con numerosos artistas españoles de la llamada Escuela de París, especialmente con Manuel Ángeles Ortiz. En particular, el contacto con Picasso le causó una gran impresión. Zabaleta tuvo oportunidad de ver la obra de Picasso y a su vez enseñarle la suya, recibiendo consejos y asesoramiento del malagueño. Manuel Ángeles Ortiz relata dichos encuentros así: “Iba yo casi todos los días al estudio de Picasso y allí lo encontraba. Llevaba fotografías de sus cuadros y tanto a Pablo como a mí nos impresionaron vivamente” (…) “tenía realmente una opinión muy sana, muy buena de él. (…) Creo que a Picasso le interesaba Zabaleta en la medida que Rafael era un realista auténtico, no decadente” (Manuel Ángeles Ortiz, “La gracia campesina de Zabaleta” en Homenaje a Zabaleta, 1984, pag.25-26.).
Zabaleta aprovecha muy bien el tiempo visitando museos, exposiciones y talleres de artistas. Se empapa de las nuevas corrientes estéticas que se estaban desarrollando en la capital del arte y que lamentablemente no llegaban a España por el hermetismo del régimen.
Esta estancia en París tiene una gran influencia tanto en lo personal como en lo estético. A partir de entonces, las composiciones de Zabaleta, seguramente por consejo de Picasso, tienden a una mayor esquematización y a la eliminación de la perspectiva. Las formas se simplifican y se vuelven más geométricas. La paleta de color es mucho más viva y el artista la aplica con mayor libertad.
La presente obra, de gran importancia dentro de la producción artística de Zabaleta, muestra todas las características que definirán la nueva estética del autor. La composición está formada por una serie de elementos que se integran y superponen dentro de un gran óvalo que ocupa todo el espacio del lienzo e incluso sale de él. Un hombre y una mujer, vistiendo ropa campesina y sombreros de paja, descansan sentados sobre la hierba con el monte de fondo y el río, lleno de truchas, a sus pies descalzos. El hombre duerme descansando la cabeza sobre su mano derecha. La mujer, en cambio, nos mira frontalmente sujetando una trucha con su mano izquierda. La perspectiva ha desaparecido y tanto las figuras como el resto de los elementos se superponen unos encima de otros en el mismo plano a modo de collage. La pincelada es muy intensa, libre y expresiva; predominando rojos, naranjas, amarillos, azules y verdes. Las figuras, de formas volumétricas, que forman una composición en aspa dentro del óvalo, se muestran hieráticas, independientes y atemporales. Esta composición oval, junto con la frontalidad y el hieratismo, nos hace recordar los Pantocrátor del arte bizantino y románico, confiriendo a la obra una atemporalidad y permanencia como imagen iconográfica de la España rural.

Precio salida

20.000 €

VENDIDO

VENDIDO
809. RAFAEL ZABALETA (Quesada, 1907-1960)“El pescador de truchas”, 1949.

Óleo sobre lienzo.
100 x 81 cm.
Firmado abajo derecha.
PROCEDENCIA:
Colección del artista.
Colección Mayer (comprado al autor por 22.000 pesetas).
Galería El Cisne, Madrid. (1966).
Galería Sala Parés, Barcelona. (etiqueta en el reverso).
Colección particular.
EXPOSICIONES:
Barcelona, Galerías Layetanas, “R.Zabaleta”, octubre - noviembre, 1949, nº.26.
Madrid, Museo Nacional de Arte Moderno, “Zabaleta”, febrero - marzo, 1951, nº.51.
Madrid, Galería El Cisne, “R.Zabaleta”, noviembre 1966.
BIBLIOGRAFÍA:
Eugenio d’Ors, “Zabaleta”, Ed.Gallades, Madrid, 1955, rep. nº.11.
María Guzmán Pérez, “Catalogación de la producción artística zabaletiana (2 Vol)”, Ed.Anel, Granada, 1983, rep.pag.361 - 362, nº.230.
María Guzmán Pérez, “La pintura de R.Zabaleta”, Ed.Universidad de Granada, Granada, 1983, rep.pág.156 - 157.
Vivanco, “La realidad virtual en la pintura del jiennense”, Ed.Correo literario, Madrid, 1951, rep.
María Guzmán Pérez, “Rafael Zabaleta. Estudio catalográfico. Óleos.”, Ed.Instituto de Estudio Gienenses y Diputación provincial de Jaén, 2010, nº235, rep.b/n.pag.473.

1949, año de realización de El pescador de truchas, es de vital importancia en el desarrollo artístico de Rafael Zabaleta, ya que marca un antes y un después en la estética de su obra, que irá desarrollando en la década de los 50.
La importancia lo determina su estancia en París entre abril y junio de ese año, dónde tiene oportunidad de visitar con asiduidad a Picasso y entablar o reforzar su amistad con numerosos artistas españoles de la llamada Escuela de París, especialmente con Manuel Ángeles Ortiz. En particular, el contacto con Picasso le causó una gran impresión. Zabaleta tuvo oportunidad de ver la obra de Picasso y a su vez enseñarle la suya, recibiendo consejos y asesoramiento del malagueño. Manuel Ángeles Ortiz relata dichos encuentros así: “Iba yo casi todos los días al estudio de Picasso y allí lo encontraba. Llevaba fotografías de sus cuadros y tanto a Pablo como a mí nos impresionaron vivamente” (…) “tenía realmente una opinión muy sana, muy buena de él. (…) Creo que a Picasso le interesaba Zabaleta en la medida que Rafael era un realista auténtico, no decadente” (Manuel Ángeles Ortiz, “La gracia campesina de Zabaleta” en Homenaje a Zabaleta, 1984, pag.25-26.).
Zabaleta aprovecha muy bien el tiempo visitando museos, exposiciones y talleres de artistas. Se empapa de las nuevas corrientes estéticas que se estaban desarrollando en la capital del arte y que lamentablemente no llegaban a España por el hermetismo del régimen.
Esta estancia en París tiene una gran influencia tanto en lo personal como en lo estético. A partir de entonces, las composiciones de Zabaleta, seguramente por consejo de Picasso, tienden a una mayor esquematización y a la eliminación de la perspectiva. Las formas se simplifican y se vuelven más geométricas. La paleta de color es mucho más viva y el artista la aplica con mayor libertad.
La presente obra, de gran importancia dentro de la producción artística de Zabaleta, muestra todas las características que definirán la nueva estética del autor. La composición está formada por una serie de elementos que se integran y superponen dentro de un gran óvalo que ocupa todo el espacio del lienzo e incluso sale de él. Un hombre y una mujer, vistiendo ropa campesina y sombreros de paja, descansan sentados sobre la hierba con el monte de fondo y el río, lleno de truchas, a sus pies descalzos. El hombre duerme descansando la cabeza sobre su mano derecha. La mujer, en cambio, nos mira frontalmente sujetando una trucha con su mano izquierda. La perspectiva ha desaparecido y tanto las figuras como el resto de los elementos se superponen unos encima de otros en el mismo plano a modo de collage. La pincelada es muy intensa, libre y expresiva; predominando rojos, naranjas, amarillos, azules y verdes. Las figuras, de formas volumétricas, que forman una composición en aspa dentro del óvalo, se muestran hieráticas, independientes y atemporales. Esta composición oval, junto con la frontalidad y el hieratismo, nos hace recordar los Pantocrátor del arte bizantino y románico, confiriendo a la obra una atemporalidad y permanencia como imagen iconográfica de la España rural.

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