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Descripción del lote
ATRIBUIDO A BASILIO DE SANTA CRUZ PUMACALLAO (Cuzco, 1635-1710, activo entre 1661-1700)
San Miguel Arcángel
Óleo sobre lienzo. 166 x 121 cm.
Basilio de Santa Cruz dominó el panorama artístico durante el último cuarto del siglo XVII de la escuela cuzqueña junto a Diego Quispe Tito (1611- 1681?). Su principal mecenas fue el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo (1673-1699), clérigo español que llega a Cuzco en 1673. Contaba con una valiosa colección con obras de El Greco, Sebastián Herrera Barnuevo, Juan Carreño de Miranda y otros pintores de la corte española. Composiciones que fueron una fuente de inspiración para Santa Cruz, que con su habilidad pictórica logró en sus composiciones fusionar el barroco español con los toques del espíritu americano, estableciendo así un paralelismo entre la pintura del Perú y la de España.
Su carrera comenzó h. 1661, cuando recibe el encargo en Cuzco de una serie de doce ángeles y doce Vírgenes, hoy en paradero desconocido. En 1662, recibe el encargo del benefactor Laureano Polo del Martirio de San Laureano mártir para la iglesia de la Merced. En 1667, pinta una serie dedicada a San Francisco para el convento Franciscano de Cuzco. Entre 1670 y 1690, realiza los Milagros de San Francisco Javier en la India y San Ignacio de Loyola exorcizando endemoniados. En 1694, recibe el encargo de Mollinedo de un conjunto de lienzos San Cristóbal y San Isidro Labrador, La aparición de la Virgen a San Felipe Neri y la Imposición de la casulla de San Ildefonso y un conjunto de santas mártires y fundadoras de congregaciones religiosas y alegorías eucarísticas para la Catedral de Cuzco con los que se consagra como pintor. En 1698, pinta también para la Catedral una Virgen de la Almudena con las figuras orantes de Carlos II y Mariana de Neoburgo y una Virgen de Belén con Mollinedo en idéntico papel de donante, ambas pinturas llamadas a perennizar la contribución de Mollinedo al enriquecimiento artístico de la ciudad y de su iglesia mayor.
El arcángel San Miguel, según la tradición judeocristiana, condujo a los ejércitos celestiales a la victoria sobre Satanás y los ángeles rebeldes. Durante la Contrarreforma, los Arcángeles se convirtieron en potentes símbolos como defensores de la fe en contra de las herejías protestantes y paganas. En el Nuevo Mundo, las figuras de los arcángeles fueron una constante en sus pinturas, adoptaron a esta criatura celestial como una de las fuentes de la iconografía cristiana reconociendo su forma de vestir y asociándose con él como valientes guerreros.
La obra que presentamos representa el episodio narrado en el Libro del Apocalipsis (12:7-9), que describe la lucha entre Satanás y San Miguel: “Entonces estalló la guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles libraron la guerra contra el dragón…Así que el gran dragón fue derribado, esa serpiente de antaño…”. Sobre un fondo celestial, con una presencia monumental dominando la totalidad del lienzo, se alza la figura de San Miguel que desciende de los cielos para pisotear al demonio. Vestido como un líder romano, deslumbrante manto y poderosas alas. Destacamos el fino trabajo de los dibujos ornamentales realizados con brocatería que decoran el manto, y la vestimenta del arcángel. Propias del estilo de Santa Cruz es el tratamiento del rostro de mejillas ruborizadas, nariz con tabique nasal recto, boca pequeña, frente lisa y arco de las cejas ligeramente pronunciadas.
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