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771. ACISCLO ANTONIO PALOMINO Y VELASCO (Bujalance, Córdoba, 1655 - Madrid, 1726)
Inmaculada Concepción
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PINTURA ANTIGUA

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45.000 €

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Descripción del lote


ACISCLO ANTONIO PALOMINO Y VELASCO (Bujalance, Córdoba, 1655 - Madrid, 1726)
Inmaculada Concepción

Óleo sobre lienzo. 186 x 122 cm.
Firmado con anagrama en la parte inferior central del lienzo.
En el reverso con etiqueta de colección inscrita: "225".
Con importante marco en madera tallada, policromada y parcialmente dorada.
 
PROCEDENCIA:  
Antigua colección particular de María Esclasans, Barcelona.
 
Acisclo Antonio Palomino y Velasco, destacado pintor y teórico del arte español en pleno Barroco, inició su formación en Sevilla bajo la influencia de Juan de Valdés Leal. Más tarde se trasladó a Madrid, donde, bajo el mecenazgo de Juan de Alfaro, se convirtió en pintor de las cortes de Carlos II y Felipe V. La llegada del napolitano Luca Giordano a Madrid en 1692 marcó un punto de inflexión en su carrera, despertando en él un gran interés por la técnica del fresco, en la que logró destacarse como uno de los máximos exponentes de la segunda mitad del siglo XVII.
 
Palomino también es reconocido por su labor como escritor y teórico, erigiéndose como un firme defensor del pintor erudito e intelectual, algo que queda patente en la profundidad de sus escritos. Su obra más destacada en este ámbito es el tratado Museo pictórico y escala óptica, considerado uno de los más completos sobre la pintura en España. Esta obra, publicada entre 1715 y 1724, consta de tres volúmenes: La teórica de la pintura (1715), La práctica de la pintura (1724) y El parnaso español pintoresco laureado (1724).
 
La proclamación oficial del dogma de la Inmaculada Concepción por la Iglesia no se realizó hasta 1854, bajo el papado de Pío IX. Este acto culminó una de las controversias teológicas más intensas y prolongadas de la historia de la doctrina católica, que se extendió a lo largo de varios siglos e involucró a numerosos teólogos y directrices de la Santa Sede. A principios del siglo XVII, los eclesiásticos españoles intensificaron sus esfuerzos para promover este culto con la esperanza de elevar la doctrina al rango de dogma. Durante los siglos XVI y XVII, España mostró una devoción especial por la creencia de que María, la madre de Dios, fue concebida sin pecado original. En Sevilla, este fervor se manifestó en un encarnizado debate y en numerosas manifestaciones públicas, como la gran procesión de 1616 en la Catedral, que fueron cruciales para la defensa del dogma.
 
La obra que presentamos, firmada con un monograma, es una monumental representación de la Inmaculada Concepción que captura la magnificencia del Barroco español en su máximo esplendor. Palomino jugó un papel crucial en la formulación de la iconografía inmaculista, contribuyendo de manera decisiva a su desarrollo durante los siglos XVII y XVIII. Esta obra refleja, sin duda, la notable maestría del pintor, así como el enriquecimiento y la evolución de la temática de la Inmaculada Concepción, que se inicia con la tradición de Francisco de Zurbarán y sigue los preceptos iconográficos de Francisco Pacheco.
 
En el centro de la composición, el pintor sitúa a la Virgen en una estructura vertical que se alza con una solidez inigualable. Ella viste una túnica blanca y un manto azul de abundantes pliegues ricamente matizados que envuelven su figura con elegancia. Su largo cabello castaño cae sobre los hombros, y está coronada por un halo de doce estrellas, evocando la descripción del capítulo 12 del Libro del Apocalipsis. A diferencia de otras representaciones de la Inmaculada, en esta obra las manos de la Virgen no están unidas en oración; la mano derecha descansa sobre su corazón, mientras que la izquierda se extiende en un gesto de protección hacia sus fieles. La rodean un celaje de nubes pobladas de querubines alados, subrayando su elevación celestial. A sus pies, un grupo de ángeles cantores sostiene dos atributos vegetales marianos, el iris y el lirio, mientras que el dragón infernal o serpiente, con su cabeza demoníaca asomando inquietante desde el ángulo inferior derecho, es contenido bajo una serpiente enroscada alrededor de la luna. Esta serpiente simboliza al demonio, con la manzana del pecado original entre sus dientes, estableciendo un vínculo con el relato bíblico del Jardín del Edén. El magistral juego cromático del pintor, acentuado por un fuerte contraste de azules, rojos y blancos, realza tanto la monumentalidad como la espiritualidad de la obra.
 
Otra Inmaculada Concepción firmada con monograma por Palomino (óleo sobre lienzo, 193 x 137 cm), pintada alrededor de 1712, se encuentra en el Museo del Prado, depositada en el Museo de Córdoba.



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