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15.000 €
Descripción del lote
JUAN CARREÑO DE MIRANDA (Avilés, Asturias, 1614- Madrid, 1685)
Retrato de dama, ¿dama de la casa de Medinaceli)
Ca. 1665-1685
Óleo sobre cobre. 9,8 x 7,5 cm.
El panorama artístico madrileño de la segunda mitad siglo XVII, estuvo dominado por la generación de pintores como Francisco Rizi (1614-1685), Juan Carreño de Miranda (1614-1685), Francisco Camilo (1615-1673) y Francisco Herrera el Mozo (1627- 1685) quienes fueron considerados los creadores y difusores del nuevo estilo grandilocuente y efectista propio del pleno barroco. Este estilo evolucionó desde la corriente naturalista más severa, que predominaba en la primera mitad del siglo, hacia formas más brillantes, escenográficas, dinámicas y deslumbrantes, marcando el triunfo de este nuevo lenguaje artístico.
Durante esta época se produjo en el ámbito de la corte un verdadero auge en los encargos y actividades artísticas, lo que significó uno de los períodos más ricos y prolíficos del arte español. A las obras y encargos del patronazgo regio se sumaron los numerosos encargos de órdenes religiosas y la nobleza. Carreño, en este sentido debió llegar joven a Madrid, pero desarrolló una fructífera carrera en el ámbito madrileño recibiendo numerosos e importantes encargos de los más destacados clientes: la corona, la iglesia, y notables familias nobiliarias. Destacó como uno de los retratistas más destacados de su época y de sus pinceles nos han llegado las imágenes más conocidas de Carlos II, su madre Mariana de Austria y su primera esposa María Luisa de Orleans.
De sobra es conocida la labor de Carreño como miniaturista, de la que conservamos el retrato en miniatura de Carlos II, que el mismo Rey regaló a María Luisa de Orleans con motivo de su matrimonio. Este tipo de retratos en miniatura, naipes, camafeos, “retraticos” o “retratos de faltriquera” eran objeto muy frecuente en la época. Funcionaban como obsequio suntuario y diplomático para embajadores o visitantes ilustres, así como en las negociaciones matrimoniales. Podían pertenecer al ámbito exclusivamente privado con una función informativa y como manifestación de afecto, intercambiados entre personas queridas para mantener la presencia en la ausencia, así como constituir regalos de tipo galante. Estos usos y funciones son exactamente los mismos que se asignan en la actualidad a las fotografías familiares y seres queridos.
Con su técnica suelta de pincelada, suelta, líquida y fluida, a través de la cual aplica un colorido suntuoso mediante toques pastosos y vibrantes, tan característicos de Carreño, el pintor representa sobre un fondo neutro a una dama de elevado rango, con un profundo sentido naturalista en tres cuartos y ligeramente girada hacia la derecha. Dirige su mirada fijamente al espectador con una muy conseguida expresión intensamente penetrante y una alta definición de los rasgos fisionómicos e individualizados. Presenta el peinado de raya en medio, flequillo cubriendo parte de la frente, mientras dos lazos de cinta verde recogen a la altura de las sienes dos grandes cerchas que caen por los hombros. Luce unos llamativos pendientes largos como joyas destacadas. Luce un vestido de generoso escote que deja ver los hombros, amplias mangas de rica tela de brocado rematadas en puños de encaje siguiendo la moda característica del último tercio del siglo XVII. En la mano derecha ensortijada y doblada a la altura del pecho un abanico plegado, accesorio de lujo que causó furor entre las élites femeninas a partir del siglo XVI y continuando con el siglo XVII.
Los valores plásticos, estéticos, la técnica empleada y la elevada calidad de este pequeño retrato hacen que deba situarse en el nutrido grupo de efigies femeninas de la alta nobleza retratadas por Carreño de Miranda, como el retrato de Doña Francisca Velasco, Marquesa de Santa Cruz (colección Marqueses de Santa Cruz); doña Inés de Zuñiga, condesa de Monterrey (Museo Lázaro Galdiano) o las damas de la Casa de Medinaceli conservados en la casa de Pilatos Sevilla y Hospital Tavera de Toledo. El rostro de la retratada en esta miniatura es particularmente similar al retrato de Dama de la casa Medinaceli, conservado en el Hospital de Tavera de Toledo.
Este retrato destaca no solo por la maestría técnica de Carreño, sino también por su capacidad para reflejar la elegancia y el poder de la alta nobleza de la época. La excepcional calidad de la obra convierte a esta miniatura en un testimonio único del Barroco, subrayando tanto el talento del pintor como el valor perdurable de estas piezas en nuestro patrimonio artístico.
(Texto extraído del estudio de esta miniatura de Álvaro Pascual Chenel)
Agradecemos a Álvaro Pascual Chenel su ayuda en la catalogación de este lote.
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