Mixta sobre madera. 46,2 x 55,2 cms. Firmado en el reverso.
PROCEDENCIA:
Regalo del artista.
Herencia del anterior.
BIBLIOGRAFÍA:
Anna Agustí, “Tàpies. Obra completa. Volumen 6. 1986 - 1990”, Ed.Fundación Antoni Tàpies y Edicions Polígrafa .S.A, 2000, rep.b/n.pág.175, nº5513.
Los años 80 en la pintura de Antoni Tàpies son los de la madurez y consolidación de un proceso creativo que comienza a finales de los años 50, ya abandonado el surrealismo, cuándo empieza a evolucionar su pintura desde la pura materia hacia la objetualidad y las cualidades táctiles de las superficies. Para ello, utiliza diversos materiales como polvo de mármol, paja, fibra de palma, cartón, telas, trapos, tablones, etc… Además, comienza a añadir simples objetos cotidianos a modo de collague, ya sean peines, cepillos, zapatos gastados, latas oxidadas, etc…junto con su lenguaje de letras, números, símbolos y cruces.
La materia visible y táctil, por tanto, se convierte en la propia obra de arte, más allá del significado de esos objetos, letras y símbolos.
Durante los 80, en particular, Tàpies vive un intenso momento creativo y eso se ve reflejado en una mayor productividad y en la búsqueda de nuevos materiales. Para sus soportes utiliza materiales clásicos como la madera, la tela y el cartón pero también objetos de desecho como postigos viejos, esteras, cartones ondulados, trapos, etc… Para sus superficies experimenta con pinturas industriales para conseguir, igual que con la mezcla de aglutinante y polvo de mármol, superficies densas que luego puede trabajar para dotarlas de formas y relieves. También experimenta con la goma espuma para producir efectos de cojines o edredones, si bien abandona pronto este material por la poca durabilidad y consistencia. En 1990 experimenta brevemente con el Porexpan para realizar obras en el estilo de la pintura caligráfica.
Sobre esta variedad de superficies, Tàpies recurre a una diversidad de técnicas como el gofrado, los barnices, el raspado, el collague, los ensamblajes, el grafitti, etc…para expresar su particular lenguaje, elaborado durante varias décadas, consistente en símbolos, cruces, números, letras, objetos sencillos, partes del cuerpo humano, etc...
Fechado en 1987, “Fumador” es un excelente ejemplo del estilo personal de Antoni Tàpies.
El motivo principal de la obra es la cabeza de un hombre con una pipa en la boca. Tanto la cabeza como la pipa están realizadas raspando la superficie, que en este caso consiste en su clásica mezcla de aglutinante con polvo de mármol. El raspado nos permite ver el color natural del soporte de madera. Por encima de esta superficie, y en algunas partes mezcladas con ella, vemos una serie de formas lineales realizadas con una pintura negra licuada que nos sugiere la forma de los ojos y el humo del tabaco. El acabado brillante lo consigue con una capa superficial de barniz.
El uso de elementos del cuerpo humano, generalmente en partes separadas, es uno de los temas esenciales en la obra de Tàpies. Muchas veces son torsos, brazos, pies, cabezas, ojos, labios, etc… y otras son simplemente huellas y pisadas. En ambos casos, el artista pone de manifiesto la transformación de la carne con el paso del tiempo y lo efímero de la existencia humana.
“(…) la sugestión del hombre, la quiero dar de una manera indirecta, por huellas o por fragmentos del cuerpo humano, por signos. Habréis visto que hay cuadros donde se ve, a veces ambiguamente, un brazo, una mano, una axila, incluso he buscado zonas del cuerpo que la gente no considera nobles con la intención de demostrar que todas las partes del cuerpo humano, hasta las consideradas como las más sucias, son tan respetables como las demás.
(…) dejando las cosas un poco sugeridas, esto suele ensanchar muchísimo la asociación de ideas que creo interesante de provocar en el espectador. Al principio no lo analizaba paso a paso, pero últimamente he estudiado un poco el arte del Extremo Oriente, en el que esta ambigüedad es tan importante, y me he dado cuenta de que, sólo dibujando ligeramente las cosas, el espectador se ve obligado verdaderamente a completarlas con su imaginación. Esto obliga a una especie de participación del espectador en el acto de creación que encuentro muy importante”.
(Traducido al castellano de: Antoni Tàpies, La realitat com a art, Barcelona: Laertes, 1982)