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815. ESCUELA NAPOLITANA, H. 1670San Pablo ermitaño

Óleo sobre lienzo. 116 x 94 cm.
Con marco antiguo en madera tallada y dorada.
 
San Pablo de Tebas, conocido como Pablo el ermitaño (228-341), es considerado primer santo ermitaño espiritual, contemplativo y renunciante de la vida mundana. Su origen es egipcio. Según la narración de San Jerónimo en Vita Sancti Pauli primi eremitae, San Pablo, proveniente de una familia noble, recibió una excelente educación en las culturas egipcia y griega. Abandonó todo para retirarse al desierto tras ser denunciado por algunos de sus familiares, quienes deseaban apoderarse de su patrimonio durante la persecución del emperador romano Decio. En su retiro en el desierto, donde pasó el resto de su vida, San Pablo se alimentaba del pan que le traía un cuervo. Al final de su vida, recibió la visita de Antonio Abad, a quien pidió ser sepultado con la túnica que este último había recibido del obispo Atanasio, en una fosa excavada por dos leones.
En esta obra, sobre un fondo de paisaje, se presenta a San Pablo ermitaño sentado, semidesnudo con un paño en la cintura y envuelto en un jergón de mimbre. En su mano derecha sostiene un rosario de cuentas de madera y detrás de él se puede ver un libro abierto, y la cruz arriba a la izquierda. A su derecha, un cuervo le ofrece un trozo de pan mientras el santo, en actitud contemplativa, dirige su mirada al cielo.
Se conservan diversas versiones de este mismo tema pintadas por Mattia Preti, destacando las del Museo de Arte de Cleveland, el Museo Nacional de Bellas Artes de la Valeta y el Museo de Bellas Artes de Cataluña.

Precio salida

15.000 €

VENDIDO POR

15.000 €
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815. ESCUELA NAPOLITANA, H. 1670San Pablo ermitaño

Óleo sobre lienzo. 116 x 94 cm.
Con marco antiguo en madera tallada y dorada.
 
San Pablo de Tebas, conocido como Pablo el ermitaño (228-341), es considerado primer santo ermitaño espiritual, contemplativo y renunciante de la vida mundana. Su origen es egipcio. Según la narración de San Jerónimo en Vita Sancti Pauli primi eremitae, San Pablo, proveniente de una familia noble, recibió una excelente educación en las culturas egipcia y griega. Abandonó todo para retirarse al desierto tras ser denunciado por algunos de sus familiares, quienes deseaban apoderarse de su patrimonio durante la persecución del emperador romano Decio. En su retiro en el desierto, donde pasó el resto de su vida, San Pablo se alimentaba del pan que le traía un cuervo. Al final de su vida, recibió la visita de Antonio Abad, a quien pidió ser sepultado con la túnica que este último había recibido del obispo Atanasio, en una fosa excavada por dos leones.
En esta obra, sobre un fondo de paisaje, se presenta a San Pablo ermitaño sentado, semidesnudo con un paño en la cintura y envuelto en un jergón de mimbre. En su mano derecha sostiene un rosario de cuentas de madera y detrás de él se puede ver un libro abierto, y la cruz arriba a la izquierda. A su derecha, un cuervo le ofrece un trozo de pan mientras el santo, en actitud contemplativa, dirige su mirada al cielo.
Se conservan diversas versiones de este mismo tema pintadas por Mattia Preti, destacando las del Museo de Arte de Cleveland, el Museo Nacional de Bellas Artes de la Valeta y el Museo de Bellas Artes de Cataluña.

Precio salida: 15.000 €

VENDIDO POR: 15.000 €

816. ESCUELA ALTO PERÚ, FF. SIGLO XVIISanta Margarita

Óleo sobre lienzo (sin reentelar). 104 x 87,5 cm.
Marco original con inscripción en latín: “Erat autem Margaritam annorum quindesin (quindecim) cum ab impio Holimbrio (Olimbrio) tradebatur in carcere”. (Margarita tenía quince años cuando fue entregada a la cárcel por el impío Olimbrio).
 
El lienzo que presentamos es una representación de la ejecución de Santa Margarita. Santa también conocida como Mariana de Antioquía, es una figura destacada de la hagiografía cristiana, venerada por su firmeza en la fe y su martirio bajo el emperador Diocleciano, quien reinó entre los años 284 y 305. Margarita fue encarcelada por negarse a sacrificar a los ídolos. Durante su encarcelamiento, ocurrieron varios eventos milagrosos. Según una versión, expulsó un demonio de su garganta haciendo la señal de la cruz. Otra leyenda cuenta que un demonio en forma de dragón la devoró, pero ella usó un crucifijo para liberarse cortando al dragón desde dentro. Fue sometida a terribles torturas, como ser azotada con varillas, cortada con tridentes, y tener clavos clavados en su cuerpo. A pesar de estas torturas, sobrevivió milagrosamente. Según la leyenda, en un momento, las cadenas cayeron de sus muñecas y una luz divina irradiaba sobre ella, con una paloma que llevaba una corona de oro en su pico. Finalmente, el gobernador ordenó su ejecución.
 
La necesidad de aplicar los decretos del Concilio de Trento por parte de la Iglesia virreinal, que ordenaban a los religiosos instruir diligentemente en el “uso legítimo de las imágenes”, llevó a la convocatoria del Segundo Concilio Limense (Lima, 1567) y del Tercer Concilio Limense (Lima, 1582-83), donde se incluyeron todas las recomendaciones tridentinas.
 
En el siglo XVII, el arte pictórico en Cuzco fue considerablemente influenciado por las pinturas y grabados flamencos, así como por el arte español. En el caso concreto de nuestra Santa Margarita, las ciudades, torres, árboles y el cielo invernal están impregnados de la atmósfera melancólica que transmiten los lienzos flamencos.
 
En este sentido, la obra que presentamos tiene una deuda patente con el grabado del Martirio Santa Bárbara de Wierix, con el que parecíamos la misma disposición del verdugo y de la Santa (fig.1).

Precio salida

20.000 €

NO VENDIDO

816. ESCUELA ALTO PERÚ, FF. SIGLO XVIISanta Margarita

Óleo sobre lienzo (sin reentelar). 104 x 87,5 cm.
Marco original con inscripción en latín: “Erat autem Margaritam annorum quindesin (quindecim) cum ab impio Holimbrio (Olimbrio) tradebatur in carcere”. (Margarita tenía quince años cuando fue entregada a la cárcel por el impío Olimbrio).
 
El lienzo que presentamos es una representación de la ejecución de Santa Margarita. Santa también conocida como Mariana de Antioquía, es una figura destacada de la hagiografía cristiana, venerada por su firmeza en la fe y su martirio bajo el emperador Diocleciano, quien reinó entre los años 284 y 305. Margarita fue encarcelada por negarse a sacrificar a los ídolos. Durante su encarcelamiento, ocurrieron varios eventos milagrosos. Según una versión, expulsó un demonio de su garganta haciendo la señal de la cruz. Otra leyenda cuenta que un demonio en forma de dragón la devoró, pero ella usó un crucifijo para liberarse cortando al dragón desde dentro. Fue sometida a terribles torturas, como ser azotada con varillas, cortada con tridentes, y tener clavos clavados en su cuerpo. A pesar de estas torturas, sobrevivió milagrosamente. Según la leyenda, en un momento, las cadenas cayeron de sus muñecas y una luz divina irradiaba sobre ella, con una paloma que llevaba una corona de oro en su pico. Finalmente, el gobernador ordenó su ejecución.
 
La necesidad de aplicar los decretos del Concilio de Trento por parte de la Iglesia virreinal, que ordenaban a los religiosos instruir diligentemente en el “uso legítimo de las imágenes”, llevó a la convocatoria del Segundo Concilio Limense (Lima, 1567) y del Tercer Concilio Limense (Lima, 1582-83), donde se incluyeron todas las recomendaciones tridentinas.
 
En el siglo XVII, el arte pictórico en Cuzco fue considerablemente influenciado por las pinturas y grabados flamencos, así como por el arte español. En el caso concreto de nuestra Santa Margarita, las ciudades, torres, árboles y el cielo invernal están impregnados de la atmósfera melancólica que transmiten los lienzos flamencos.
 
En este sentido, la obra que presentamos tiene una deuda patente con el grabado del Martirio Santa Bárbara de Wierix, con el que parecíamos la misma disposición del verdugo y de la Santa (fig.1).

Precio salida: 20.000 €

NO VENDIDO

817. ATRIBUIDO A MIGUEL CABRERA (Oaxaca, 1695- Ciudad de México, 1768) Adoración de los Pastores con ángel y rompimiento de gloria

Óleo sobre cobre, 41 x 31 cm.
 
Inscrito en una filacteria: “GLORIA IN EXCELSIS DEO ET YN TERA PAX OMINI BONE”
Con marco en taracea de hueso y palo santo.
 
Este cobre, en buen estado de conservación, puede atribuirse sin duda al pintor Miguel Cabrera y relacionarse con otras Adoraciones de los Pastores del mismo artista conservadas en México; una en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán y otra en el Museo Regional de Guadalupe en Zacatecas.
 
Cabrera nos presenta el momento de la Adoración de los Pastores con una composición equilibrada. En el centro, el Niño Jesús reposa sobre un humilde pesebre, bañado de un resplandor divino que capta nuestra atención. A su lado, la Virgen María y San José, acompañados por la celestial presencia de un ángel que irradia serenidad. En la parte superior, un rompimiento de gloria enmarca la escena principal, donde Dios Padre, la Paloma del Espíritu Santo y ángeles gloriosos proclaman la paz y la gloria celestial con la filacteria que reza: "GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD". A ambos lados, completando la escena, se encuentran los pastores, junto al buey y la mula. En primer plano, reposa un cordero dormido, un motivo que podemos encontrar en otras obras de Cabrera.
 
La maestría de Cabrera se hace evidente en cada detalle de esta obra. Son rasgos distintivos de este pintor la expresión dulce de los rostros de los personajes, el vibrante colorido y pincelada suelta y expresiva.
 
Destacamos el marco novohispano de taracea de hueso y palo santo, característico de las producciones de Campeche, que enmarca y realza la obra. 

Precio salida

15.000 €

NO VENDIDO

817. ATRIBUIDO A MIGUEL CABRERA (Oaxaca, 1695- Ciudad de México, 1768) Adoración de los Pastores con ángel y rompimiento de gloria

Óleo sobre cobre, 41 x 31 cm.
 
Inscrito en una filacteria: “GLORIA IN EXCELSIS DEO ET YN TERA PAX OMINI BONE”
Con marco en taracea de hueso y palo santo.
 
Este cobre, en buen estado de conservación, puede atribuirse sin duda al pintor Miguel Cabrera y relacionarse con otras Adoraciones de los Pastores del mismo artista conservadas en México; una en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán y otra en el Museo Regional de Guadalupe en Zacatecas.
 
Cabrera nos presenta el momento de la Adoración de los Pastores con una composición equilibrada. En el centro, el Niño Jesús reposa sobre un humilde pesebre, bañado de un resplandor divino que capta nuestra atención. A su lado, la Virgen María y San José, acompañados por la celestial presencia de un ángel que irradia serenidad. En la parte superior, un rompimiento de gloria enmarca la escena principal, donde Dios Padre, la Paloma del Espíritu Santo y ángeles gloriosos proclaman la paz y la gloria celestial con la filacteria que reza: "GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD". A ambos lados, completando la escena, se encuentran los pastores, junto al buey y la mula. En primer plano, reposa un cordero dormido, un motivo que podemos encontrar en otras obras de Cabrera.
 
La maestría de Cabrera se hace evidente en cada detalle de esta obra. Son rasgos distintivos de este pintor la expresión dulce de los rostros de los personajes, el vibrante colorido y pincelada suelta y expresiva.
 
Destacamos el marco novohispano de taracea de hueso y palo santo, característico de las producciones de Campeche, que enmarca y realza la obra. 

Precio salida: 15.000 €

NO VENDIDO

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819. MIGUEL CABRERA (Oaxaca, 1695- Ciudad de México, 1768)Retrato de Don Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón (1722-1804)1767

Óleo sobre lienzo. 96 x 79 cm.
Firmado en la parte inferior derecha: “Michl. Cabrera pint 1767.”
 
Inscrito: “El ILL.mo Sr. Dr. Dn. Francisco Antonio de Lorenzana, y Buitrón, colegial q` fuè en el mayor de Sn. Salvador de Obiedo de la Ciudad de Salamanca, Canonigo doctoral de la Sta. Iglesia Cathedral de Siguenza; Canonigo, y Vicario General de la de Toledo Primada de las Españas; Abad de Sn. Vicente, Dignidad de dicha Sta. Iglesia Primada: del Consejo de su Magestàd, Obispo de Plasencia; y actual Arzobispo de la Sta. Metropolitana Iglesia de Mexico; tomò posesión del Arzobispado en 22, de Agosto de 1766, y reziviò el Sacro Palio en 8,, de Septiembre del mismo año. Natural de la Ciudad, de Leòn.”
 
PROCEDENCIA:
María de Lorenzana y Quiroga, 1886 La Habana, Cuba / 1901 Albacete, España.
Emma Undabeytia Lorenzana (hija de la anterior), Valencia, España. / 1936 Francia.
En propiedad de su nieto por herencia en Francia hasta 2023.
 
Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón vio la luz en León el 22 de septiembre de 1722. Su formación académica transcurrió en el prestigioso colegio mayor de San Salvador en Oviedo, perteneciente a la Universidad de Salamanca. Allí, destacó como colegial mayor. Posteriormente, ocupó importantes cargos eclesiásticos, como canónigo doctoral en la catedral de Sigüenza y vicario general de la iglesia primada de Toledo.
 
Su influencia en la esfera educativa fue notable, siendo encargado por Carlos III de la educación de los hijos de su hermano, Luis Jaime de Borbón. En 1765, ascendió al episcopado como obispo de Plasencia, y al año siguiente, recibió el nombramiento como arzobispo de México, donde asumió su cargo en 1766, recibiendo el palio de manos del obispo de Puebla.
 
Durante su mandato en México, presidió el IV Concilio Mexicano, aunque las actas resultantes no lograron la aprobación ni del monarca ni del Papa. En 1771, fue designado arzobispo de Toledo y posteriormente fue elevado a la dignidad cardenalicia por el Papa Pío VI. Su legado perduró hasta su fallecimiento en Roma el 17 de abril de 1804.
 
Miguel Cabrera, destacado pintor mexicano, emergió como una figura dominante en el panorama artístico durante la segunda mitad del siglo XVIII. Su pincel retrató en varias ocasiones a Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón. Entre estas representaciones, destaca la obra que presentamos, firmada y fechada por Cabrera en 1767, apenas un año después del nombramiento de Lorenzana como arzobispo de México. Pintado en México, es probable que fuera un encargo directo de Lorenzana para su familia, con el deseo de perpetuar su eminente figura y asegurar su legado en la memoria colectiva. La intención era enviar la obra posteriormente a España.
 
Este retrato del arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón es una obra detallada que ofrece una visión completa de su persona y su posición en la sociedad de la época. El arzobispo aparece representado en un busto, rodeado por cortinajes verdes. Viste una capa roja y porta una cruz pectoral de diseño singular y austero. Su mano derecha realiza el gesto de bendición, mientras que detrás, a la izquierda de la composición, se observan las cuatro mitras y el báculo, símbolos de sus cargo eclesiásticos. En el fondo, una colección de libros sugiere su dedicación a las letras. Sabemos que el cardenal abrió en el Palacio Arzobispal en 1773 por mandato del rey Carlos III, la primera biblioteca públicade la historia. En ella reunió el legado bibliográfico de aquellos fondos pertenecientes a sus antecesores en el arzobispado, los libros valiosos y objetos curiosos que él mismo trajo de su estancia en Méjico (y con los que conformaría un Gabinete de Historia Natural) y los más de nueve mil libros propiedad del colegio de Jesuitas.
 
En el ángulo superior derecho se muestra su escudo heráldico, y en primer plano se destaca su birrete doctoral, indicando su título de doctor en teología, cánones, filosofía, medicina o jurisprudencia. La habilidad y pericia de Cabrera se evidencian al ubicar el bonete en el espacio del cuadro, logrando que parezca salirse del mismo como un trampantojo. Una cartela inscrita detalla su nombre, títulos y méritos, recordando su trayectoria académica y eclesiástica. Estos elementos eran comunes en los retratos novohispanos, facilitando el reconocimiento de la figura y sirviendo como una suerte de hoja curricular. Se destaca la habilidad del artista para capturar la expresión y la personalidad del sujeto. La mirada ‘regia y atenta’ del arzobispo refleja su autoridad.
 
Se conservan otros dos retratos de Francisco Antonio de Lorenzana pintados por Miguel Cabrera, con variaciones compositivas respecto a la obra que presentamos. Uno en el Banco Nacional de México, fechado en 1765, un año antes de que fuera nombrado arzobispo, lo muestra con un tintero. El segundo retrato, conservado en el Museo Nacional del Virreinato de México, fechado en 1766, lleva una leyenda inscrita: “Illmo. Sor. Dn. Francisco Antonio de Lorenzana Buitrón, Collegial mayor de San Salbador del Obispado de Oviedo de la Ciudad de Salamanca, Canonigo Doctoral de la Sta. Iglesia Catedral de Siguenza; Canonigo, y Vicario General de la Sta Iglesia Primada de Toledo, Abád de Sn. Vizente, Dignidad de dicha Sta. Primada Iglesia del Consejo de S.M. Obispo de Plasencia y actualmente arzobispo de México” y apreciamos la ausencia de los libros del fondo, así como del escudo heráldico. 

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819. MIGUEL CABRERA (Oaxaca, 1695- Ciudad de México, 1768)Retrato de Don Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón (1722-1804)1767

Óleo sobre lienzo. 96 x 79 cm.
Firmado en la parte inferior derecha: “Michl. Cabrera pint 1767.”
 
Inscrito: “El ILL.mo Sr. Dr. Dn. Francisco Antonio de Lorenzana, y Buitrón, colegial q` fuè en el mayor de Sn. Salvador de Obiedo de la Ciudad de Salamanca, Canonigo doctoral de la Sta. Iglesia Cathedral de Siguenza; Canonigo, y Vicario General de la de Toledo Primada de las Españas; Abad de Sn. Vicente, Dignidad de dicha Sta. Iglesia Primada: del Consejo de su Magestàd, Obispo de Plasencia; y actual Arzobispo de la Sta. Metropolitana Iglesia de Mexico; tomò posesión del Arzobispado en 22, de Agosto de 1766, y reziviò el Sacro Palio en 8,, de Septiembre del mismo año. Natural de la Ciudad, de Leòn.”
 
PROCEDENCIA:
María de Lorenzana y Quiroga, 1886 La Habana, Cuba / 1901 Albacete, España.
Emma Undabeytia Lorenzana (hija de la anterior), Valencia, España. / 1936 Francia.
En propiedad de su nieto por herencia en Francia hasta 2023.
 
Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón vio la luz en León el 22 de septiembre de 1722. Su formación académica transcurrió en el prestigioso colegio mayor de San Salvador en Oviedo, perteneciente a la Universidad de Salamanca. Allí, destacó como colegial mayor. Posteriormente, ocupó importantes cargos eclesiásticos, como canónigo doctoral en la catedral de Sigüenza y vicario general de la iglesia primada de Toledo.
 
Su influencia en la esfera educativa fue notable, siendo encargado por Carlos III de la educación de los hijos de su hermano, Luis Jaime de Borbón. En 1765, ascendió al episcopado como obispo de Plasencia, y al año siguiente, recibió el nombramiento como arzobispo de México, donde asumió su cargo en 1766, recibiendo el palio de manos del obispo de Puebla.
 
Durante su mandato en México, presidió el IV Concilio Mexicano, aunque las actas resultantes no lograron la aprobación ni del monarca ni del Papa. En 1771, fue designado arzobispo de Toledo y posteriormente fue elevado a la dignidad cardenalicia por el Papa Pío VI. Su legado perduró hasta su fallecimiento en Roma el 17 de abril de 1804.
 
Miguel Cabrera, destacado pintor mexicano, emergió como una figura dominante en el panorama artístico durante la segunda mitad del siglo XVIII. Su pincel retrató en varias ocasiones a Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón. Entre estas representaciones, destaca la obra que presentamos, firmada y fechada por Cabrera en 1767, apenas un año después del nombramiento de Lorenzana como arzobispo de México. Pintado en México, es probable que fuera un encargo directo de Lorenzana para su familia, con el deseo de perpetuar su eminente figura y asegurar su legado en la memoria colectiva. La intención era enviar la obra posteriormente a España.
 
Este retrato del arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón es una obra detallada que ofrece una visión completa de su persona y su posición en la sociedad de la época. El arzobispo aparece representado en un busto, rodeado por cortinajes verdes. Viste una capa roja y porta una cruz pectoral de diseño singular y austero. Su mano derecha realiza el gesto de bendición, mientras que detrás, a la izquierda de la composición, se observan las cuatro mitras y el báculo, símbolos de sus cargo eclesiásticos. En el fondo, una colección de libros sugiere su dedicación a las letras. Sabemos que el cardenal abrió en el Palacio Arzobispal en 1773 por mandato del rey Carlos III, la primera biblioteca públicade la historia. En ella reunió el legado bibliográfico de aquellos fondos pertenecientes a sus antecesores en el arzobispado, los libros valiosos y objetos curiosos que él mismo trajo de su estancia en Méjico (y con los que conformaría un Gabinete de Historia Natural) y los más de nueve mil libros propiedad del colegio de Jesuitas.
 
En el ángulo superior derecho se muestra su escudo heráldico, y en primer plano se destaca su birrete doctoral, indicando su título de doctor en teología, cánones, filosofía, medicina o jurisprudencia. La habilidad y pericia de Cabrera se evidencian al ubicar el bonete en el espacio del cuadro, logrando que parezca salirse del mismo como un trampantojo. Una cartela inscrita detalla su nombre, títulos y méritos, recordando su trayectoria académica y eclesiástica. Estos elementos eran comunes en los retratos novohispanos, facilitando el reconocimiento de la figura y sirviendo como una suerte de hoja curricular. Se destaca la habilidad del artista para capturar la expresión y la personalidad del sujeto. La mirada ‘regia y atenta’ del arzobispo refleja su autoridad.
 
Se conservan otros dos retratos de Francisco Antonio de Lorenzana pintados por Miguel Cabrera, con variaciones compositivas respecto a la obra que presentamos. Uno en el Banco Nacional de México, fechado en 1765, un año antes de que fuera nombrado arzobispo, lo muestra con un tintero. El segundo retrato, conservado en el Museo Nacional del Virreinato de México, fechado en 1766, lleva una leyenda inscrita: “Illmo. Sor. Dn. Francisco Antonio de Lorenzana Buitrón, Collegial mayor de San Salbador del Obispado de Oviedo de la Ciudad de Salamanca, Canonigo Doctoral de la Sta. Iglesia Catedral de Siguenza; Canonigo, y Vicario General de la Sta Iglesia Primada de Toledo, Abád de Sn. Vizente, Dignidad de dicha Sta. Primada Iglesia del Consejo de S.M. Obispo de Plasencia y actualmente arzobispo de México” y apreciamos la ausencia de los libros del fondo, así como del escudo heráldico. 

Precio salida: 50.000 €

VENDIDO POR: 50.000 €

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820. VIRREINATO DE PERÚ, PP. SIGLO XVIIILa flota Eucarística

Óleo sobre lienzo. 126 x 250 cm.
 
PROCEDENCIA:
Antigua colección Boza Vega León, por herencia a Guillermo Boza Vega León, Lima (hasta 1986).
Colección de Francisco de Antequera y Arce, Embajador de España en Ecuador (Quito y Buenos Aires, 1986- 2003).
Colección particular de Buenos Aires (2003- actual).
 
EXPOSICIONES
Museu Nacional d"Art de Catalunya (Mayo 25 -Agosto 15, 2004), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona,  
Madrid, Biblioteca Nacional (Octubre 22, 2004-Enero 9, 2005), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona.
Washington, D.C., National Geographic Museum at Explorers Hall (Feb. 25 - Mayo 30, 2005), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona.
 
BIBLIOGRAFÍA:
Autores Varios: Perú Indígena y Virreinal Sociedad Estatal para la acción cultural exterior, SEACEX , 2004, p. 232, fig. 239 (ilustrado).
Ver: file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/Peruindigenayvirreinal_b2.pdf
López de Guzmán, Rafael: Religiosidad andaluza en América, repertorio iconográfico, Granada, 2017, p. 19, fig.7 (ilustrado). (Ver: https://editorial.ugr.es/media/ugr/files/sample-136781.pdf
 
El uso simbólico del barco o nave en relación con la Iglesia se remonta a los primeros tiempos de la cristiandad, tanto en la literatura como en el arte. La "Nave de la Iglesia", guiada por San Pedro o Jesucristo y con figuras destacadas como la Virgen María o Salomón a bordo, se menciona en Proverbios 30:14: "Navis institoris de longe portans panem suum" (es como nave de mercader trae su pan de lejos). Este símbolo justifica la misión ecuménica de la Iglesia y la difusión del cristianismo a través de un viaje que abarca nuevos territorios. La Nave de la Iglesia también representa otras simbologías religiosas y morales, como la regeneración tras el diluvio universal y la protección divina en enfrentamientos contra infieles, ejemplificada por la Virgen del Rosario en la batalla naval de Lepanto, quien es considerada patrona de la Marina Española.
 
Estas metáforas se reflejan en el arte, especialmente en la “Nave Eucarística”, apoyada por los Proverbios de Salomón. La Sagrada Forma se convierte en una mercancía espiritual, simbolizando su exportación a nuevas tierras durante la catequización de los indígenas. Los galeones de la Carrera de Indias, normalmente dirigidos por mandos militares, están bajo la protección de advocaciones marianas como la Virgen del Rosario, figuras cristológicas o santos específicos según las devociones de los comitentes.
 
El esquema de transporte y tráfico marítimo quedó definitivamente diseñado a partir de 1566, organizándose a través de dos flotas anuales, la de Nueva España y la de Tierra Firme. Los Galeones de Tierra Firme, uniendo España con el virreinato del Perú, combinaban un convoy de barcos mercantes con la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias para la protección militar. Esta estructura se diferenciaba de las Flotas de Nueva España, que enlazaban España con el virreinato de México y, a la ida, solo contaban con dos galeones de guerra para su protección, beneficiándose en el regreso de la escolta de la Armada al encontrarse en aguas de Cuba.
 
La ruta de ambas flotas comenzaba en Andalucía, con paradas en Canarias antes de atravesar el Atlántico hacia el Caribe. Los Galeones de Tierra Firme, cargados de plata peruana, intercambiaban productos que la Flota Peruana traía desde Lima, poniendo en contacto la metrópoli con la capital virreinal y los productos generados en este territorio. Tenían como puntos clave Cartagena de Indias y Portobelo, mientras que las Flotas de Nueva España, transportando productos europeos y coloniales, llegaban a Veracruz y realizaban intercambios en las ferias de Veracruz y Jalapa.
 
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, ambas flotas enfrentaron desafíos como tormentas, ataques enemigos y cambios en las rutas comerciales. Los Galeones de Tierra Firme fueron reemplazados por el sistema de registros sueltos en 1739, mientras que las Flotas de Nueva España perduraron hasta 1789, simbolizando una era de la historia naval española. Cada una de estas flotas estaba dirigida por un Capitán General (al mando de la nave Capitana que encabezaba la travesía) y un Almirante (al mando de la nave Almiranta que cerraba la flota). Además de otras naves de guerra, el centro de la flota estaba ocupado por barcos mercantes, que, protegidos, realizaban la travesía atlántica.
 
Esta espectacular pintura es un extraordinario documento que describe tanto el viaje alegórico de la Iglesia Católica como el viaje de la cristiandad hacia el Nuevo Mundo, dentro del contexto del cruce espiritual del sujeto hacia el puerto de la salvación. El proceso de conocimiento y ocupación territorial en América estuvo marcado por dos proyectos paralelos: por un lado, el objetivo de la monarquía hispana de ampliar sus territorios y, por otro, la expansión evangelizadora de las órdenes religiosas.
Tres naves doradas se alzan imponentes en este lienzo, evocando la estructura de las flotas de Indias que partían desde Sevilla hacia el Nuevo Mundo. La primera de las naves, llamada la Capitana, está comandada por un Capitán General, en este caso, Santa Gertrudis. La nave de retaguardia es la Almiranta, cuyo almirante es la Virgen del Rosario. Ambas naves tienen dos niveles de artillería en su casco. En el centro aparece la nave mercante con sus preciados contenidos: Jesús crucificado en un mástil, y la Virgen, con su Rosario, asegurando la buena marcha, ayudada por ángeles que tensan los cabos. La nave está protegida por el Espíritu Santo y, desde una nube, la figura de San José, símbolo de fortaleza de la fe. Esta nave transporta corderos místicos y cálices eucarísticos.
 
Sobre las naves y en cada una de ellas, se retratan tres caballeros vestidos a la europea, posiblemente donantes, en postura de plegaria frente al objeto de devoción que los transporta. En el puerto, en primer plano, se observa el ajetreo de figuras llevando mercancías, destacándose dos figuras personificadas en dos nativos incas: un varón con el típico tocado de plumas que representa la Alegoría de España y América. Estos sostienen una filacteria inscrita en latín: "Navis Institoris de lonte portans panem", que nace de dos escudos, uno simbolizando a España y el otro a Lima.
 
Los grabados de origen europeo fueron una fuente inagotable de inspiración para los artistas novohispanos. En este sentido, podemos relacionar el lienzo que presentamos con el grabado de Gerhard Altzenbach (1608-1677), "Navis Patientiae", el grabado de Philippe Thomassin, publicado en Roma en 1602, "El triunfo de la Iglesia" (o "La Nave de contemplación mística"), y por último, el grabado anónimo "La Virgen del Rosario, Capitana y Protectora de las Flotas de España".
 
La obra se acompaña de su certificado de Art Loss, fechado el 24 de abril de 2024, así como la Segunda Prórroga Importación Temporal con número de expediente "IT 27-22", emitida el 23 de abril de 2024.

Precio salida

180.000 €

VENDIDO POR

300.000 €
VENDIDO
820. VIRREINATO DE PERÚ, PP. SIGLO XVIIILa flota Eucarística

Óleo sobre lienzo. 126 x 250 cm.
 
PROCEDENCIA:
Antigua colección Boza Vega León, por herencia a Guillermo Boza Vega León, Lima (hasta 1986).
Colección de Francisco de Antequera y Arce, Embajador de España en Ecuador (Quito y Buenos Aires, 1986- 2003).
Colección particular de Buenos Aires (2003- actual).
 
EXPOSICIONES
Museu Nacional d"Art de Catalunya (Mayo 25 -Agosto 15, 2004), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona,  
Madrid, Biblioteca Nacional (Octubre 22, 2004-Enero 9, 2005), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona.
Washington, D.C., National Geographic Museum at Explorers Hall (Feb. 25 - Mayo 30, 2005), Perú; Indígena y Virreinal,Barcelona.
 
BIBLIOGRAFÍA:
Autores Varios: Perú Indígena y Virreinal Sociedad Estatal para la acción cultural exterior, SEACEX , 2004, p. 232, fig. 239 (ilustrado).
Ver: file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/Peruindigenayvirreinal_b2.pdf
López de Guzmán, Rafael: Religiosidad andaluza en América, repertorio iconográfico, Granada, 2017, p. 19, fig.7 (ilustrado). (Ver: https://editorial.ugr.es/media/ugr/files/sample-136781.pdf
 
El uso simbólico del barco o nave en relación con la Iglesia se remonta a los primeros tiempos de la cristiandad, tanto en la literatura como en el arte. La "Nave de la Iglesia", guiada por San Pedro o Jesucristo y con figuras destacadas como la Virgen María o Salomón a bordo, se menciona en Proverbios 30:14: "Navis institoris de longe portans panem suum" (es como nave de mercader trae su pan de lejos). Este símbolo justifica la misión ecuménica de la Iglesia y la difusión del cristianismo a través de un viaje que abarca nuevos territorios. La Nave de la Iglesia también representa otras simbologías religiosas y morales, como la regeneración tras el diluvio universal y la protección divina en enfrentamientos contra infieles, ejemplificada por la Virgen del Rosario en la batalla naval de Lepanto, quien es considerada patrona de la Marina Española.
 
Estas metáforas se reflejan en el arte, especialmente en la “Nave Eucarística”, apoyada por los Proverbios de Salomón. La Sagrada Forma se convierte en una mercancía espiritual, simbolizando su exportación a nuevas tierras durante la catequización de los indígenas. Los galeones de la Carrera de Indias, normalmente dirigidos por mandos militares, están bajo la protección de advocaciones marianas como la Virgen del Rosario, figuras cristológicas o santos específicos según las devociones de los comitentes.
 
El esquema de transporte y tráfico marítimo quedó definitivamente diseñado a partir de 1566, organizándose a través de dos flotas anuales, la de Nueva España y la de Tierra Firme. Los Galeones de Tierra Firme, uniendo España con el virreinato del Perú, combinaban un convoy de barcos mercantes con la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias para la protección militar. Esta estructura se diferenciaba de las Flotas de Nueva España, que enlazaban España con el virreinato de México y, a la ida, solo contaban con dos galeones de guerra para su protección, beneficiándose en el regreso de la escolta de la Armada al encontrarse en aguas de Cuba.
 
La ruta de ambas flotas comenzaba en Andalucía, con paradas en Canarias antes de atravesar el Atlántico hacia el Caribe. Los Galeones de Tierra Firme, cargados de plata peruana, intercambiaban productos que la Flota Peruana traía desde Lima, poniendo en contacto la metrópoli con la capital virreinal y los productos generados en este territorio. Tenían como puntos clave Cartagena de Indias y Portobelo, mientras que las Flotas de Nueva España, transportando productos europeos y coloniales, llegaban a Veracruz y realizaban intercambios en las ferias de Veracruz y Jalapa.
 
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, ambas flotas enfrentaron desafíos como tormentas, ataques enemigos y cambios en las rutas comerciales. Los Galeones de Tierra Firme fueron reemplazados por el sistema de registros sueltos en 1739, mientras que las Flotas de Nueva España perduraron hasta 1789, simbolizando una era de la historia naval española. Cada una de estas flotas estaba dirigida por un Capitán General (al mando de la nave Capitana que encabezaba la travesía) y un Almirante (al mando de la nave Almiranta que cerraba la flota). Además de otras naves de guerra, el centro de la flota estaba ocupado por barcos mercantes, que, protegidos, realizaban la travesía atlántica.
 
Esta espectacular pintura es un extraordinario documento que describe tanto el viaje alegórico de la Iglesia Católica como el viaje de la cristiandad hacia el Nuevo Mundo, dentro del contexto del cruce espiritual del sujeto hacia el puerto de la salvación. El proceso de conocimiento y ocupación territorial en América estuvo marcado por dos proyectos paralelos: por un lado, el objetivo de la monarquía hispana de ampliar sus territorios y, por otro, la expansión evangelizadora de las órdenes religiosas.
Tres naves doradas se alzan imponentes en este lienzo, evocando la estructura de las flotas de Indias que partían desde Sevilla hacia el Nuevo Mundo. La primera de las naves, llamada la Capitana, está comandada por un Capitán General, en este caso, Santa Gertrudis. La nave de retaguardia es la Almiranta, cuyo almirante es la Virgen del Rosario. Ambas naves tienen dos niveles de artillería en su casco. En el centro aparece la nave mercante con sus preciados contenidos: Jesús crucificado en un mástil, y la Virgen, con su Rosario, asegurando la buena marcha, ayudada por ángeles que tensan los cabos. La nave está protegida por el Espíritu Santo y, desde una nube, la figura de San José, símbolo de fortaleza de la fe. Esta nave transporta corderos místicos y cálices eucarísticos.
 
Sobre las naves y en cada una de ellas, se retratan tres caballeros vestidos a la europea, posiblemente donantes, en postura de plegaria frente al objeto de devoción que los transporta. En el puerto, en primer plano, se observa el ajetreo de figuras llevando mercancías, destacándose dos figuras personificadas en dos nativos incas: un varón con el típico tocado de plumas que representa la Alegoría de España y América. Estos sostienen una filacteria inscrita en latín: "Navis Institoris de lonte portans panem", que nace de dos escudos, uno simbolizando a España y el otro a Lima.
 
Los grabados de origen europeo fueron una fuente inagotable de inspiración para los artistas novohispanos. En este sentido, podemos relacionar el lienzo que presentamos con el grabado de Gerhard Altzenbach (1608-1677), "Navis Patientiae", el grabado de Philippe Thomassin, publicado en Roma en 1602, "El triunfo de la Iglesia" (o "La Nave de contemplación mística"), y por último, el grabado anónimo "La Virgen del Rosario, Capitana y Protectora de las Flotas de España".
 
La obra se acompaña de su certificado de Art Loss, fechado el 24 de abril de 2024, así como la Segunda Prórroga Importación Temporal con número de expediente "IT 27-22", emitida el 23 de abril de 2024.

Precio salida: 180.000 €

VENDIDO POR: 300.000 €

VENDIDO
821. UHLER (Menorca, siglo XIX)Retrato de Mariana Camps y Soler y retrato de Antonio Camps y Soler1816

Dos óleos sobre lienzo. 82 x 69,5 cm, cada uno.
En el reverso uno inscrito a tinta: "Mariana Camps y Soler, nacida 31 de enero 1803, retratada el 1816" e inscrito "de Uhler" y "Antonio Camps y Soler nacido 1 febrero 1809, retratado el 1816" e inscrito a tinta: "de Uhler".
 
Esta pareja de retratos, con inscripciones en el reverso, nos permite identificar a los retratados como Mariana Camps y Soler, nacida en 1803, y su hermano Antonio Camps y Soler, nacido en 1809. Ambos son hijos de José Camps y Soler (Islas Baleares, 1775 - 1841) y Bárbara Soler Lockner. La familia, originaria de Menorca, estuvo profundamente involucrada en el comercio y las relaciones con Oriente Medio.
 
José Camps y Soler inició su carrera como meritorio (1793-1795) en las oficinas de su tío Juan Soler, cónsul y agente general de la nación española en Turquía y en las posesiones otomanas. Más tarde, ocupó varios cargos diplomáticos destacados, incluyendo canciller del Consulado General de Turquía y cónsul en Alepo de Siria y Alejandría de Egipto. Su trayectoria también lo llevó a ser comisario general en Sierra Leona y a recibir el título de caballero de Carlos III. Finalmente, se retiró en Mahón.
Por otro lado, la familia Uhler, de origen suizo, llegó a Menorca a finales del siglo XVIII. Jaume Uhler Maurín (Suiza, 1745 - Menorca, 1803), destacado por su espíritu ilustrado, se casó con Antonia Soler Sans, hermana de los diplomáticos Pere y Joan Soler, artífices del tratado de Paz y Comercio con Trípoli. Jaume desempeñó funciones consulares, representando la legación danesa en Menorca y protagonizó la fundación de la pionera agrupación cultural Sociedat Maonesa en 1778. Su hijo Miguel Uhler Soler (Mahón, 1784) alcanzó el grado de teniente en la fragata británica comandada por Robert Campbell. Tras afincarse temporalmente en Palma, contrajo matrimonio con Ana Soler Lockner.
 
Es importante destacar que Bárbara Soler Lockner, casada con José Camps y Soler, y Ana Soler Lockner, casada con Miguel Uhler Soler, eran hermanas. Este dato evidencia la estrecha unión entre las familias Uhler y Soler, que dejó una huella significativa en la sociedad menorquina de la época.
Hemos podido localizar una miniatura firmada por Uhler, lo que confirma la existencia de un pintor perteneciente al linaje de Uhler. Este descubrimiento revela la presencia de un artista hasta ahora oculto dentro de la familia, quien bien pudo ser el autor de las dos obras que presentamos. Este hallazgo añade una nueva capa de intriga y significado a nuestro conocimiento sobre la historia y el arte dentro de la familia Uhler.
 
El retrato infantil adquirió importancia como género independiente en España durante el siglo XIX. En esta época, hubo una gran demanda de este tipo de retratos entre la clientela burguesa, ya que encarnaban virtudes asociadas a la niñez como la espontaneidad, la gracia y la inocencia, así como una conexión con la naturaleza y una sensibilidad no contaminada.
 
Ambos retratos no solo reflejan la sociedad y la cultura de Menorca en su época, sino que también constituyen una contribución interesante a la producción pictórica de Uhler. Situados sobre un fondo de paisaje, Mariana y Antonio son retratados casi en cuerpo entero, destacando su elegancia y tranquilidad propia de adultos, pero con una mirada inocente y penetrante dirigida al espectador, lo que captura rápidamente nuestra atención. La composición se complementa con elementos exóticos como palmeras africanas (en el retrato de Antonio) y un camello (en el retrato de Mariana).

Precio salida

2.000 €

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2.250 €
VENDIDO
821. UHLER (Menorca, siglo XIX)Retrato de Mariana Camps y Soler y retrato de Antonio Camps y Soler1816

Dos óleos sobre lienzo. 82 x 69,5 cm, cada uno.
En el reverso uno inscrito a tinta: "Mariana Camps y Soler, nacida 31 de enero 1803, retratada el 1816" e inscrito "de Uhler" y "Antonio Camps y Soler nacido 1 febrero 1809, retratado el 1816" e inscrito a tinta: "de Uhler".
 
Esta pareja de retratos, con inscripciones en el reverso, nos permite identificar a los retratados como Mariana Camps y Soler, nacida en 1803, y su hermano Antonio Camps y Soler, nacido en 1809. Ambos son hijos de José Camps y Soler (Islas Baleares, 1775 - 1841) y Bárbara Soler Lockner. La familia, originaria de Menorca, estuvo profundamente involucrada en el comercio y las relaciones con Oriente Medio.
 
José Camps y Soler inició su carrera como meritorio (1793-1795) en las oficinas de su tío Juan Soler, cónsul y agente general de la nación española en Turquía y en las posesiones otomanas. Más tarde, ocupó varios cargos diplomáticos destacados, incluyendo canciller del Consulado General de Turquía y cónsul en Alepo de Siria y Alejandría de Egipto. Su trayectoria también lo llevó a ser comisario general en Sierra Leona y a recibir el título de caballero de Carlos III. Finalmente, se retiró en Mahón.
Por otro lado, la familia Uhler, de origen suizo, llegó a Menorca a finales del siglo XVIII. Jaume Uhler Maurín (Suiza, 1745 - Menorca, 1803), destacado por su espíritu ilustrado, se casó con Antonia Soler Sans, hermana de los diplomáticos Pere y Joan Soler, artífices del tratado de Paz y Comercio con Trípoli. Jaume desempeñó funciones consulares, representando la legación danesa en Menorca y protagonizó la fundación de la pionera agrupación cultural Sociedat Maonesa en 1778. Su hijo Miguel Uhler Soler (Mahón, 1784) alcanzó el grado de teniente en la fragata británica comandada por Robert Campbell. Tras afincarse temporalmente en Palma, contrajo matrimonio con Ana Soler Lockner.
 
Es importante destacar que Bárbara Soler Lockner, casada con José Camps y Soler, y Ana Soler Lockner, casada con Miguel Uhler Soler, eran hermanas. Este dato evidencia la estrecha unión entre las familias Uhler y Soler, que dejó una huella significativa en la sociedad menorquina de la época.
Hemos podido localizar una miniatura firmada por Uhler, lo que confirma la existencia de un pintor perteneciente al linaje de Uhler. Este descubrimiento revela la presencia de un artista hasta ahora oculto dentro de la familia, quien bien pudo ser el autor de las dos obras que presentamos. Este hallazgo añade una nueva capa de intriga y significado a nuestro conocimiento sobre la historia y el arte dentro de la familia Uhler.
 
El retrato infantil adquirió importancia como género independiente en España durante el siglo XIX. En esta época, hubo una gran demanda de este tipo de retratos entre la clientela burguesa, ya que encarnaban virtudes asociadas a la niñez como la espontaneidad, la gracia y la inocencia, así como una conexión con la naturaleza y una sensibilidad no contaminada.
 
Ambos retratos no solo reflejan la sociedad y la cultura de Menorca en su época, sino que también constituyen una contribución interesante a la producción pictórica de Uhler. Situados sobre un fondo de paisaje, Mariana y Antonio son retratados casi en cuerpo entero, destacando su elegancia y tranquilidad propia de adultos, pero con una mirada inocente y penetrante dirigida al espectador, lo que captura rápidamente nuestra atención. La composición se complementa con elementos exóticos como palmeras africanas (en el retrato de Antonio) y un camello (en el retrato de Mariana).

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825. LUIS SEVIL Y LÓPEZ (Sevilla,1817-Jerez de la Frontera,1893)Retrato de un marino con la cruz de Carlos III, la cruz de la legión de honor francesa, y la cruz y banda de San Hermenegildo1848

Óleo sobre lienzo. 93,5 x 75 cm.
Firmado, localizado y fechado en el ángulo inferior derecho: "L. Sevil/Cádiz 1848".
 
Este magnífico retrato, firmado y fechado, es una obra emblemática del pintor sevillano Luis Sevil y un testimonio excepcional de su maestría artística. Pintado en Cádiz en 1848, un año antes de que se estableciera definitivamente en Jerez. Durante su época gaditana destacamos su vinculación con la Escuela de las Nobles Artes. Ya, en 1840 en su primera Exposición de Bellas Artes de Cádiz, recibió elogios por su destreza técnica y fue galardonado por instituciones como la Sociedad Económica de Amigos del País por sus excepcionales retratos, consagrándose así como el retratista por excelencia entre los círculos aristocráticos y la sociedad gaditana de su tiempo.
En este retrato en particular, Luis Sevil ha capturado con maestría la dignidad y la importancia del retratado. Sobre un fondo neutro y con un manejo magistral de la luz, el pintor crea una atmósfera vibrante que enmarca la figura de un marino, sentado en actitud serena sobre una silla. Sevil demuestra en este retrato su habilidad para crear meticulosos detalles, desde los bordados del uniforme hasta la banda, las botonaduras y los borlones, incluso la espada, utilizando una paleta de colores vibrantes que realzan cada aspecto de la obra.

Precio salida

2.000 €

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825. LUIS SEVIL Y LÓPEZ (Sevilla,1817-Jerez de la Frontera,1893)Retrato de un marino con la cruz de Carlos III, la cruz de la legión de honor francesa, y la cruz y banda de San Hermenegildo1848

Óleo sobre lienzo. 93,5 x 75 cm.
Firmado, localizado y fechado en el ángulo inferior derecho: "L. Sevil/Cádiz 1848".
 
Este magnífico retrato, firmado y fechado, es una obra emblemática del pintor sevillano Luis Sevil y un testimonio excepcional de su maestría artística. Pintado en Cádiz en 1848, un año antes de que se estableciera definitivamente en Jerez. Durante su época gaditana destacamos su vinculación con la Escuela de las Nobles Artes. Ya, en 1840 en su primera Exposición de Bellas Artes de Cádiz, recibió elogios por su destreza técnica y fue galardonado por instituciones como la Sociedad Económica de Amigos del País por sus excepcionales retratos, consagrándose así como el retratista por excelencia entre los círculos aristocráticos y la sociedad gaditana de su tiempo.
En este retrato en particular, Luis Sevil ha capturado con maestría la dignidad y la importancia del retratado. Sobre un fondo neutro y con un manejo magistral de la luz, el pintor crea una atmósfera vibrante que enmarca la figura de un marino, sentado en actitud serena sobre una silla. Sevil demuestra en este retrato su habilidad para crear meticulosos detalles, desde los bordados del uniforme hasta la banda, las botonaduras y los borlones, incluso la espada, utilizando una paleta de colores vibrantes que realzan cada aspecto de la obra.

Precio salida: 2.000 €

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VENDIDO
828. GENARO PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET (El Ferrol, La Coruña, 1807-Madrid, 1854)Paisaje con contrabandistas

Óleo sobre lienzo. 52,5 x 67,5 cm.
Firmado en el ángulo inferior derecha: "G. P. Villaamil".
En el reverso con etiquetas inscritas a tinta: "T."/"D."/"Marco 37"/ ; en el marco: "351" y etiqueta de la Fábrica de Molduras por Don Francisco Alba.
 
PROCEDENCIA:
Antigua colección Madrid. Daniel Sánchez de Rivera.
Colección particular Madrid.
 
BIBLIOGRAFÍA:
Enrique Arias Anglés, Enrique: “El paisajista romántico, Jenaro Pérez Villaamil”, Madrid, 1986, pp. 263, nº 185.
 
Villaamil fue un destacado maestro del paisaje romántico español, influenciado por su maestro inglés David Roberts (1796-1864). Aprendió de Roberts la interpretación grandiosa de edificios monumentales, la atracción por las ruinas medievales, la intensidad poética de los efectos de luz y la representación poderosa de la naturaleza. Introdujo en España esta visión romántica del paisaje, en auge en toda Europa.
Los vestigios históricos y las costumbres pintorescas de España atrajeron a muchos artistas europeos, influyendo también en la pintura española. Con su talento excepcional para el dibujo y la composición, Pérez Villaamil se destacó en este nuevo estilo, enfocándose en pintar interiores y exteriores de monumentos, así como vistas de ciudades reales o imaginadas con vestigios históricos y paisajes fantásticos. Su dedicación y habilidad le otorgaron gran fama en su tiempo.
A orillas de un río de aguas tranquilas, una barcaza con una pareja de lugareños faena mientras otra barca cruza el cauce. En el fondo se ve una frondosa arboleda y, a ambos lados del río, varias construcciones. En la margen derecha, una imponente fortaleza se alza accesible a través de una empinada escalinata que culmina en una gran puerta con arco de medio punto. La fortaleza, coronando la montaña y situada en un agreste y recóndito paraje natural, domina el paisaje con sus torres y almenas, destacándose contra un cielo crepuscular y un horizonte montañoso, creando una atmósfera de ensueño.
A pesar de la sobriedad de la composición, el paisaje está elaborado con una técnica exquisita, con un dibujo detallado y preciso que describe cada elemento con vibrantes matices. Estos matices se despliegan en transparencias sutiles, especialmente visibles en la brumosa lejanía de las montañas del fondo. Este estilo refinado es característico de Villaamil.
Es posible que la pintura represente una vista de Alcalá la Real, un enclave de importancia estratégica en el sur de la Península Ibérica, con su monumental Fortaleza de la Mota, sus murallas y la Torre de la Alcazaba, accesible a través de una escalinata amurallada.

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8.000 €

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VENDIDO
828. GENARO PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET (El Ferrol, La Coruña, 1807-Madrid, 1854)Paisaje con contrabandistas

Óleo sobre lienzo. 52,5 x 67,5 cm.
Firmado en el ángulo inferior derecha: "G. P. Villaamil".
En el reverso con etiquetas inscritas a tinta: "T."/"D."/"Marco 37"/ ; en el marco: "351" y etiqueta de la Fábrica de Molduras por Don Francisco Alba.
 
PROCEDENCIA:
Antigua colección Madrid. Daniel Sánchez de Rivera.
Colección particular Madrid.
 
BIBLIOGRAFÍA:
Enrique Arias Anglés, Enrique: “El paisajista romántico, Jenaro Pérez Villaamil”, Madrid, 1986, pp. 263, nº 185.
 
Villaamil fue un destacado maestro del paisaje romántico español, influenciado por su maestro inglés David Roberts (1796-1864). Aprendió de Roberts la interpretación grandiosa de edificios monumentales, la atracción por las ruinas medievales, la intensidad poética de los efectos de luz y la representación poderosa de la naturaleza. Introdujo en España esta visión romántica del paisaje, en auge en toda Europa.
Los vestigios históricos y las costumbres pintorescas de España atrajeron a muchos artistas europeos, influyendo también en la pintura española. Con su talento excepcional para el dibujo y la composición, Pérez Villaamil se destacó en este nuevo estilo, enfocándose en pintar interiores y exteriores de monumentos, así como vistas de ciudades reales o imaginadas con vestigios históricos y paisajes fantásticos. Su dedicación y habilidad le otorgaron gran fama en su tiempo.
A orillas de un río de aguas tranquilas, una barcaza con una pareja de lugareños faena mientras otra barca cruza el cauce. En el fondo se ve una frondosa arboleda y, a ambos lados del río, varias construcciones. En la margen derecha, una imponente fortaleza se alza accesible a través de una empinada escalinata que culmina en una gran puerta con arco de medio punto. La fortaleza, coronando la montaña y situada en un agreste y recóndito paraje natural, domina el paisaje con sus torres y almenas, destacándose contra un cielo crepuscular y un horizonte montañoso, creando una atmósfera de ensueño.
A pesar de la sobriedad de la composición, el paisaje está elaborado con una técnica exquisita, con un dibujo detallado y preciso que describe cada elemento con vibrantes matices. Estos matices se despliegan en transparencias sutiles, especialmente visibles en la brumosa lejanía de las montañas del fondo. Este estilo refinado es característico de Villaamil.
Es posible que la pintura represente una vista de Alcalá la Real, un enclave de importancia estratégica en el sur de la Península Ibérica, con su monumental Fortaleza de la Mota, sus murallas y la Torre de la Alcazaba, accesible a través de una escalinata amurallada.

Precio salida: 8.000 €

VENDIDO POR: 9.000 €

VENDIDO
829. JOSÉ DE MADRAZO Y AGUDO (Santander, 1781-Madrid, 1859)Retrato de dama con vestido azulh. 1825-1830

Óleo sobre lienzo. 70 x 53 cm.
 
PROCEDENCIA:
Colección particular Madrid.
Colección Ángeles Hevia, Oviedo.
Colección particular Madrid.
 
Se acompaña del informe número 092-045 realizado por el Doctor Carlos González López y Montserrat Martí Ayxelá. Una copia de dicho informe se conserva en el archivo C.M. Barcelona, con fotografía del mismo.
 
Sobre un fondo neutro, el pintor nos sitúa en el centro de la composición, el retrato de una mujer joven. Posa en medio cuerpo, viste un traje sencillo de raso azul y generoso escote rematado con cuidadoso encaje y mandas abullonadas. Su peinado, a la moda de la época, consiste en un moño alto y un maravilloso juego de tirabuzones que enmarcan el rostro de la joven, rasgo habitual en la producción de Madrazo. Dirige su mirada de grandes ojos claros al espectador con gesto amable y decidido.
José de Madrazo con su especial refinamiento técnico, ejecuta la cuidada descripción y los brillos de los cabellos de la joven. Su asombroso virtuosismo se evidencia en el delicado modelado de las carnaciones, que exhiben una morbidez sensual y un juego de claroscuros particularmente notorio en la zona izquierda del cuello. La luminosidad matizada resalta la blancura natural del cuerpo de la joven. Además, podemos apreciar el virtuosismo de Madrazo en el sutil juego de tornasoles de los pliegues de las telas.
 
El Dr. Carlos González sitúa la obra en la década de 1825-1830, un período significativo en la vida y obra de José de Madrazo. En 1825, Madrazo obtuvo el privilegio por Real Orden de Fernando VII para litografiar las colecciones reales, y al año siguiente comenzó a trabajar en los cuadros del Museo del Prado. Durante estos años, Madrazo se dedicó al desarrollo del establecimiento litográfico, pero también continuó trabajando en la Escuela de Bellas Artes y pintando retratos. Como pintor de Cámara, impartía clases a la Reina María Cristina. Destaca así mismo, este retrato por su sobriedad ornamental, seguridad en el trazo y ausencia de arrepentimientos y establece una relación en el tratamiento de los rasgos faciales y la expresión del rostro, entre este retrato y otras obras suyas, como el óleo de la Virgen con Niño, firmado y fechado en 1826, así como con su autorretrato datado alrededor de 1835, conservado en el Museo Nacional del Prado bajo el número de inventario 4470.

Precio salida

20.000 €

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829. JOSÉ DE MADRAZO Y AGUDO (Santander, 1781-Madrid, 1859)Retrato de dama con vestido azulh. 1825-1830

Óleo sobre lienzo. 70 x 53 cm.
 
PROCEDENCIA:
Colección particular Madrid.
Colección Ángeles Hevia, Oviedo.
Colección particular Madrid.
 
Se acompaña del informe número 092-045 realizado por el Doctor Carlos González López y Montserrat Martí Ayxelá. Una copia de dicho informe se conserva en el archivo C.M. Barcelona, con fotografía del mismo.
 
Sobre un fondo neutro, el pintor nos sitúa en el centro de la composición, el retrato de una mujer joven. Posa en medio cuerpo, viste un traje sencillo de raso azul y generoso escote rematado con cuidadoso encaje y mandas abullonadas. Su peinado, a la moda de la época, consiste en un moño alto y un maravilloso juego de tirabuzones que enmarcan el rostro de la joven, rasgo habitual en la producción de Madrazo. Dirige su mirada de grandes ojos claros al espectador con gesto amable y decidido.
José de Madrazo con su especial refinamiento técnico, ejecuta la cuidada descripción y los brillos de los cabellos de la joven. Su asombroso virtuosismo se evidencia en el delicado modelado de las carnaciones, que exhiben una morbidez sensual y un juego de claroscuros particularmente notorio en la zona izquierda del cuello. La luminosidad matizada resalta la blancura natural del cuerpo de la joven. Además, podemos apreciar el virtuosismo de Madrazo en el sutil juego de tornasoles de los pliegues de las telas.
 
El Dr. Carlos González sitúa la obra en la década de 1825-1830, un período significativo en la vida y obra de José de Madrazo. En 1825, Madrazo obtuvo el privilegio por Real Orden de Fernando VII para litografiar las colecciones reales, y al año siguiente comenzó a trabajar en los cuadros del Museo del Prado. Durante estos años, Madrazo se dedicó al desarrollo del establecimiento litográfico, pero también continuó trabajando en la Escuela de Bellas Artes y pintando retratos. Como pintor de Cámara, impartía clases a la Reina María Cristina. Destaca así mismo, este retrato por su sobriedad ornamental, seguridad en el trazo y ausencia de arrepentimientos y establece una relación en el tratamiento de los rasgos faciales y la expresión del rostro, entre este retrato y otras obras suyas, como el óleo de la Virgen con Niño, firmado y fechado en 1826, así como con su autorretrato datado alrededor de 1835, conservado en el Museo Nacional del Prado bajo el número de inventario 4470.

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