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VENDIDO
270. JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 - Madrid, 1923)Fi

Óleo sobre lienzo pegado a tabla.
11 x 21 cms.
Pintado ca. 1890.

Procedencia:
Colección particular.

Exposiciones:
Valencia, Sorolla en las colecciones valencianas, Museo de Bellas Artes de Valencia, 3 marzo - 20 abril, 1997, pág. 274-275, cat. 60 (ilustrada en color).

Con certificado original de Blanca Pons-Sorolla fechado en 1995.

Agradecemos a Blanca Pons-Sorolla su importante ayuda en la catalogación de esta obra que saldrá en el próximo catálogo razonado con el número de inventario BPS3737.

Recién llegado de Asís, en 1890, el matrimonio Sorolla se instala en Madrid, pero viaja a Valencia en Navidad hasta finales de enero, que regresa a Madrid al enfermar su hija María en Valencia. Sorolla ya ha estado en París y se ha dejado impresionar por los pintores naturalistas y siente, aún más, predilección por la pintura al aire libre. Nuestro apunte es un ejemplo perfecto de este gusto por pintar al aire libre y además Valencia, su ciudad natal, y su emblemático puente del Real en un día cotidiano lleno de movimiento. Volverá a pintar el puente del Real en 1908, un magnífico lienzo que podemos ver en el Museo de Sorolla y que utilizaría como referencia para ubicar geográficamente el panel dedicado a Valencia que hizo para el encargo la Hispanic Society of America.
Sorolla seguirá apostando por las escenas urbanas y nos dejará deliciosas instantáneas internacionales de ciudades, destacando Nueva York y los apuntes que se conservan en la Hispanic Society of América, Nieve en el Central Park y Hotel Plaza.

Precio salida

15.000 €

VENDIDO

VENDIDO
270. JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 - Madrid, 1923)Fi

Óleo sobre lienzo pegado a tabla.
11 x 21 cms.
Pintado ca. 1890.

Procedencia:
Colección particular.

Exposiciones:
Valencia, Sorolla en las colecciones valencianas, Museo de Bellas Artes de Valencia, 3 marzo - 20 abril, 1997, pág. 274-275, cat. 60 (ilustrada en color).

Con certificado original de Blanca Pons-Sorolla fechado en 1995.

Agradecemos a Blanca Pons-Sorolla su importante ayuda en la catalogación de esta obra que saldrá en el próximo catálogo razonado con el número de inventario BPS3737.

Recién llegado de Asís, en 1890, el matrimonio Sorolla se instala en Madrid, pero viaja a Valencia en Navidad hasta finales de enero, que regresa a Madrid al enfermar su hija María en Valencia. Sorolla ya ha estado en París y se ha dejado impresionar por los pintores naturalistas y siente, aún más, predilección por la pintura al aire libre. Nuestro apunte es un ejemplo perfecto de este gusto por pintar al aire libre y además Valencia, su ciudad natal, y su emblemático puente del Real en un día cotidiano lleno de movimiento. Volverá a pintar el puente del Real en 1908, un magnífico lienzo que podemos ver en el Museo de Sorolla y que utilizaría como referencia para ubicar geográficamente el panel dedicado a Valencia que hizo para el encargo la Hispanic Society of America.
Sorolla seguirá apostando por las escenas urbanas y nos dejará deliciosas instantáneas internacionales de ciudades, destacando Nueva York y los apuntes que se conservan en la Hispanic Society of América, Nieve en el Central Park y Hotel Plaza.

Precio salida: 15.000 €

VENDIDO

VENDIDO
306. ARTURO SOUTO FEIJOO (Pontevedra, 1902 - Méjico, 1964)“Japonesa”, c.1958 - 60.

Óleo sobre lienzo. 125 x 110 cms. Firmado áng.inf.dcho. Firmado en el reverso . A mediados de los años 50, Arturo Souto vuelve a la mujer como tema central en sus obras, realizando una serie de pinturas que recuerdan las de impresionistas y postimpresionistas como Bonnard, Degas, Renoir y Matisse por la elección de los temas, la sensualidad y el tratamiento fauve del color. Suelen ser escenas íntimas, de tocador; desnudos donde el autor se recrea en la belleza y el color añadiendo todo tipo de adornos, ya sean alas de mariposa, lujosos ropajes, flores, caretas o abanicos. Con pequeñas manchas repetidas y superpuestas modela las formas, que deja sin contornos definidos, otorgándolas gran riqueza pictórica. Los colores son brillantes e intensos, más suaves en las encarnaciones, y los aplica con mucha energía, dotando sus obras de gran vibración cromática. La presente obra pertenece a la famosa serie de japonesas que realizó Arturo Souto en su exilio mejicano a finales de los años 50, pocos años antes de su vuelta temporal a España en 1962. Esta serie de obras nos remiten a las de Matisse, tanto por la utilización de temas inspirados en culturas exóticas como por la eliminación de la perspectiva y la aplicación del color en manchas cortas e individuales. La escena está protagonizada por una joven mujer con peinado y rasgos orientales que descansa plácidamente recostando su cabeza sobre su mano derecha. Tiene los ojos cerrados, evocando sin duda un grato recuerdo. Los colores predominantes son los bermellones, naranjas, amarillos, violetas claros y verdes; que aplica en manchas sueltas e individuales, dejando las encarnaciones más limpias. La luz, clara e intensa, baña toda la composición. Es una escena cargada de intimidad y sensualidad, dónde el artista se recrea en la belleza y el goce visual, demostrando la calidad de Souto con el manejo del color y el placer en el acto mismo de pintar.

Precio salida

10.000 €

VENDIDO

VENDIDO
306. ARTURO SOUTO FEIJOO (Pontevedra, 1902 - Méjico, 1964)“Japonesa”, c.1958 - 60.

Óleo sobre lienzo. 125 x 110 cms. Firmado áng.inf.dcho. Firmado en el reverso . A mediados de los años 50, Arturo Souto vuelve a la mujer como tema central en sus obras, realizando una serie de pinturas que recuerdan las de impresionistas y postimpresionistas como Bonnard, Degas, Renoir y Matisse por la elección de los temas, la sensualidad y el tratamiento fauve del color. Suelen ser escenas íntimas, de tocador; desnudos donde el autor se recrea en la belleza y el color añadiendo todo tipo de adornos, ya sean alas de mariposa, lujosos ropajes, flores, caretas o abanicos. Con pequeñas manchas repetidas y superpuestas modela las formas, que deja sin contornos definidos, otorgándolas gran riqueza pictórica. Los colores son brillantes e intensos, más suaves en las encarnaciones, y los aplica con mucha energía, dotando sus obras de gran vibración cromática. La presente obra pertenece a la famosa serie de japonesas que realizó Arturo Souto en su exilio mejicano a finales de los años 50, pocos años antes de su vuelta temporal a España en 1962. Esta serie de obras nos remiten a las de Matisse, tanto por la utilización de temas inspirados en culturas exóticas como por la eliminación de la perspectiva y la aplicación del color en manchas cortas e individuales. La escena está protagonizada por una joven mujer con peinado y rasgos orientales que descansa plácidamente recostando su cabeza sobre su mano derecha. Tiene los ojos cerrados, evocando sin duda un grato recuerdo. Los colores predominantes son los bermellones, naranjas, amarillos, violetas claros y verdes; que aplica en manchas sueltas e individuales, dejando las encarnaciones más limpias. La luz, clara e intensa, baña toda la composición. Es una escena cargada de intimidad y sensualidad, dónde el artista se recrea en la belleza y el goce visual, demostrando la calidad de Souto con el manejo del color y el placer en el acto mismo de pintar.

Precio salida: 10.000 €

VENDIDO

VENDIDO
316. GODOFREDO ORTEGA MUÑOZ (San Vicente de Alcántara, 1899 - Madrid, 1982)“Castaños”, c.1965.

Óleo sobre lienzo. 73 x 92 cms. Firmado áng.inf.izq. Firmado en el reverso. PROCEDENCIA: Galería Fauna’s, Madrid. Colección particular. Por herencia al actual propietario. BIBLIOGRAFÍA: Raúl Chávarri, “La pintura española actual”, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1973, rep.b/n.pág.281. María Jesús Ávila Corchero, “El pintor Ortega Muñoz 1899 - 1982”, Tesis doctoral inédita, Cáceres, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Extremadura, noviembre de 1994, rep. Tomo III, s/p. Isabel García García, “Godofredo Ortega Muñoz. Catálogo razonado”, Fundación Ortega Muñoz, nº.291. rep.b/n.pág.424 (cat.online en: www.ortegamunoz.com). La presente obra, pintada c.1965, nos muestra en toda su grandeza la personal forma de representar el paisaje que tenía Godofredo Ortega Muñoz y que tantos éxitos y reconocimientos le proporcionó ya en vida, especialmente en los años 50 y 60, con exposiciones en la Tate Gallery de Londes (1955), Fundación Solomon R.Guggenheim de Nueva York (1960), La Maison de la Pensée Française, París (1962), Salas de honor en la Nacional de Bellas Artes de Barcelona (1968) y la antológica en el Casón del Buen Retiro (1970), entre otras. Al final de la guerra civil, el artista se instaló definitivamente en España entre San Vicente de Alcántara; donde situó su estudio y Madrid; donde participó activamente de la llamada Escuela de Madrid, siendo uno de los grandes protagonistas de la renovación del género paisajístico, junto con Benjamín Palencia, Juan Manuel Díaz-Caneja, Vaquero Palacios y Rafael Zabaleta entre otros. Esta nueva forma de representar el paisaje es especialmente interesante en la obra de Godofredo, principalmente a partir de los años 50, cuándo empieza a centrarse casi exclusivamente y de manera obsesiva en el paisaje rural con sus campos plagados de castaños, olivos, caminos y cercas de piedra. Estas obras no están pintadas “au plain air”, sino en el estudio, resultado de largo tiempo de reflexión y asimilación de los recuerdos y sensaciones que la observación detenida del paisaje le ha proporcionado. El artista comienza estructurando con líneas geométricas las diversas partes de lienzo. En este caso, la composición del paisaje está formada por tres partes, una superior y dos inferiores, separadas cada una por dos cercas o vallados de bloques de piedra que delimitan los diversos campos. Entre estas dos cercas se abre un camino de tierra que desde la parte inferior derecha recorre en diagonal la parte inferior del paisaje. A ambos lados de las cercas, unos castaños sin flor permanecen estáticos al paso del tiempo. Godofredo utiliza una interesante perspectiva aérea situando la línea del horizonte muy arriba en la composición, otorgando así, mucho más protagonismo a los campos que al cielo. La paleta de color es muy sobria, reducida a amarillos, ocres, pardos, grises y negros. El producto final es una obra maestra dónde se ha eliminado todo lo superfluo, pasajero o anecdótico. Un paisaje vacío de seres humanos o animales que muestra la esencia, lo definitorio, lo raigal, la identidad con un lugar. Una imagen que permanecerá en el tiempo como una seña de identidad de nuestro país.

Precio salida

45.000 €

VENDIDO

VENDIDO
316. GODOFREDO ORTEGA MUÑOZ (San Vicente de Alcántara, 1899 - Madrid, 1982)“Castaños”, c.1965.

Óleo sobre lienzo. 73 x 92 cms. Firmado áng.inf.izq. Firmado en el reverso. PROCEDENCIA: Galería Fauna’s, Madrid. Colección particular. Por herencia al actual propietario. BIBLIOGRAFÍA: Raúl Chávarri, “La pintura española actual”, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1973, rep.b/n.pág.281. María Jesús Ávila Corchero, “El pintor Ortega Muñoz 1899 - 1982”, Tesis doctoral inédita, Cáceres, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Extremadura, noviembre de 1994, rep. Tomo III, s/p. Isabel García García, “Godofredo Ortega Muñoz. Catálogo razonado”, Fundación Ortega Muñoz, nº.291. rep.b/n.pág.424 (cat.online en: www.ortegamunoz.com). La presente obra, pintada c.1965, nos muestra en toda su grandeza la personal forma de representar el paisaje que tenía Godofredo Ortega Muñoz y que tantos éxitos y reconocimientos le proporcionó ya en vida, especialmente en los años 50 y 60, con exposiciones en la Tate Gallery de Londes (1955), Fundación Solomon R.Guggenheim de Nueva York (1960), La Maison de la Pensée Française, París (1962), Salas de honor en la Nacional de Bellas Artes de Barcelona (1968) y la antológica en el Casón del Buen Retiro (1970), entre otras. Al final de la guerra civil, el artista se instaló definitivamente en España entre San Vicente de Alcántara; donde situó su estudio y Madrid; donde participó activamente de la llamada Escuela de Madrid, siendo uno de los grandes protagonistas de la renovación del género paisajístico, junto con Benjamín Palencia, Juan Manuel Díaz-Caneja, Vaquero Palacios y Rafael Zabaleta entre otros. Esta nueva forma de representar el paisaje es especialmente interesante en la obra de Godofredo, principalmente a partir de los años 50, cuándo empieza a centrarse casi exclusivamente y de manera obsesiva en el paisaje rural con sus campos plagados de castaños, olivos, caminos y cercas de piedra. Estas obras no están pintadas “au plain air”, sino en el estudio, resultado de largo tiempo de reflexión y asimilación de los recuerdos y sensaciones que la observación detenida del paisaje le ha proporcionado. El artista comienza estructurando con líneas geométricas las diversas partes de lienzo. En este caso, la composición del paisaje está formada por tres partes, una superior y dos inferiores, separadas cada una por dos cercas o vallados de bloques de piedra que delimitan los diversos campos. Entre estas dos cercas se abre un camino de tierra que desde la parte inferior derecha recorre en diagonal la parte inferior del paisaje. A ambos lados de las cercas, unos castaños sin flor permanecen estáticos al paso del tiempo. Godofredo utiliza una interesante perspectiva aérea situando la línea del horizonte muy arriba en la composición, otorgando así, mucho más protagonismo a los campos que al cielo. La paleta de color es muy sobria, reducida a amarillos, ocres, pardos, grises y negros. El producto final es una obra maestra dónde se ha eliminado todo lo superfluo, pasajero o anecdótico. Un paisaje vacío de seres humanos o animales que muestra la esencia, lo definitorio, lo raigal, la identidad con un lugar. Una imagen que permanecerá en el tiempo como una seña de identidad de nuestro país.

Precio salida: 45.000 €

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